Lady Cupcake

Segundo gintonic. Gracias a la persona que inventó este delicioso elixir, pues sin él no creo que pudiera aguantar tanta pomposidad. Os sitúo. Me encuentro en esa típica boda celebrada en los días de Mayo, en esos días en los que los atardeceres se hacen cada vez más extensos y bonitos, dejando una carga épica en cada destello de luz. Esa típica boda celebrada en unos jardines de ensueño. Esa típica boda en la la gente no para de llorar ( de felicidad). Esa típica boda en la que algún familiar te suelta la frase: «¿ Y tú para cuando?».

Ay, esas típicas bodas.

Tercer gintonic. Saltan los novios a la pista de baile, ese momento que recordarán para siempre, ese momento que recordarán cada vez que se miren, que se besen. O cuando las cosas vayan mal. Miro la cara de mi amigo (el novio) y rebosa una felicidad extrema, pero a la vez contenida, como si en el momento que sonriera todo aquello se desvaneciera. Y miro a la novia, y es aquí donde empieza la historia, el cómo llegaron a este momento.

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(Gracias a M.P. por detallarme cada instante de ese momento)

Tuvo lugar (valga la redundancia) en otra boda. Los invitados en la zona de baile, iniciando ese protocolo llamado «desmadre». Me dirijo a esa zona, pero reparo en una mujer sentada. En sus ojos cristalinos, en su sonrisa, en sus mejillas sonrosadas, en su nube de pecas sobre la nariz. Me siento a su lado, y sin que pueda soltar una palabra me dice:

«Se las intenciones que tienes. Esperas iniciar algún tipo de relación sentimental conmigo, que todo nos vaya bien, nos enamoremos, y que algún día seamos los protagonistas de esta fiesta. Pero eso no puede suceder.»

«No soy una persona que cierre cada momento de su vida. No soy una persona que culmine cada acción en algo bueno para las personas. Soy una persona desligada de los estereotipos de relaciones sentimentales del momento. Me gusta escribir historias que no tengan un final, que se queden en un capítulo y se pierdan en el tiempo. Y para que no me busques, te diré mi nombre. Soy Lady Cupcake».

La mayoría de la gente se hubiese rendido en el primer intento, pero yo no. Pasamos toda la noche juntos. Nos fuimos a una sala donde sólo había un piano. Yo empecé a tocarlo, sin tener ni idea, y ella se puso a tocarlo, con sus manos delicadas, y nuestras miradas se encontraron, listas para recibir un primer beso. Pero no terminamos ese final. Nos dirigimos a dar un paseo cerca del río próximo a la boda. Se lanza en un acto de locura, al cual le sigo como un idiota. Joder, estaba helada, pero nos agarramos, y nuestras miradas se volvieron a encontrar, listas para recibir el primer beso. Pero no terminamos ese final. Volvemos al salón. No queda nadie, sólo un camarero limpiando. Decidimos conectar la música, no hemos tenido nuestro baile. Se volvieron a encontrar nuestras miradas, listas para recibir el primer beso. Ella me dijo que cerrase los ojos y contase hasta diez. Y lo hice.

Se fue. Y no terminamos ese final.

Pasaron los días, y la busque de todas las formas posibles. Y entonces me di cuenta. Lady Cupcake. No era ningún familiar de los novios, no era ninguna amiga de los novios. Era la creadora de la tarta. Pregunte por la dirección de su tienda. Y allí estaba, elaborando esos pequeños pasteles que forman su apodo. Estaba cagado. No sabía que es lo que iba a pasar. Y entre en esa tienda.

Y ahora me encuentro observándolos en su día. Y me doy cuenta de algo. El amor tiene sus formas de aparecer, ya sea por una mirada o por el deseo de conocer a una persona durante un tiempo. Y tal vez aparezca por forzar una situación, una situación que una persona no quiere que se produzca, pero que desea que se produzca. No me malinterpretéis, no hablo de forzar una sumisión de la persona, hablo de que a veces hay que plantear o forzar un escenario para que una persona pueda tomar una decisión cuyo miedo a esa propia decisión no la hace capaz de expresar lo que siente. Pues de eso se trata todo. De tomar siempre una decisión.

Y espero que con esa decisión estos novios sean felices.

Me dirijo a por mi cuarto gintonic. Y tal vez, en ese trayecto, el destino me ponga en mi camino a mi Lady Cupcake.

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