Reencuentro

Una tarde de un viernes cualquiera. No, no es un viernes cualquiera. Has estado esperando este viernes desde hace mucho. Has estado contando cada minuto de ese reloj que tienes en ese puto cubículo, de esa maldita oficina, para poder disfrutar aunque sea por un momento de un tiempo libre.

Me encuentro en esa cafetería cinco calles más abajo de mi oficina. Tiene ese diseño bohemio que te hace transportarte a épocas pasadas, épocas mejores, épocas donde no había que preocuparse tanto por todo. Pero a la vez tiene un diseño moderno, como si el propio lugar te invitará a crear una nueva historia con la que disfrutar tu vida.

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De hecho, a eso he venido. Ha recordar una historia. O tal vez a crearla.

Mientras espero a la razón por la que estoy aquí, pido dos cafés Capuccino. Es el que más le gustaba a ella cuando erais algo, pero de eso a pasado mucho tiempo, tal vez le guste otro tipo de café o tal vez ya no beba. Una muestra de todo lo que se me pasa por la cabeza, sensación de querer quedarme allí por el resto de mi vida o sensación de salir corriendo de aquel lugar y no parar nunca.

Y entonces llegó. Espero describiros la primera sensación que tuve. ¿ Os ha pasado que habéis vuelto a recuerdos de vuestra vida anterior, pero que las personas que aparecen en esos recuerdos tienen la misma edad que tenéis ahora en la vida?. Si lo habéis comprendido, eso es lo que me paso.

Nos sentamos, y no puedo parar de mirarla. Tan diferente, pero a la vez tan igual, como siempre. Su pelo liso, sus carrillos rosados, su nariz pequeña. Y sus ojos. No, sus ojos no, ya no son esos mismos ojos, esos ojos que eran capaces de incluso leerme la mente.

Nos pasamos toda la tarde hablando. Me cuenta todo lo que a hecho. Como terminó su carrera. Como encontró su trabajo, el cuál la llevo a vivir a Dinamarca ( donde siempre queríamos vivir). Cómo se enamoró de nuevo. Cómo se caso hace poco. Cómo tuvo a su primer hijo. Incluso como se apunto a clases de baile ( con lo mal que bailábamos los dos).

Llego la hora de irse. Dos besos y las típica frase «Nos mantenemos en contacto».

Y aquí me diréis: «¿ Pero como la dejaste escapar, si era la chica de tu vida?» «¿Cómo es que te rendiste tan fácil?» «¿Por qué no luchaste hasta el final?».

Y aquí es de lo que vengo a hablaros: de los lastres y el querer. Cuando la conocí, yo era un chico que tenía miedo a la gente, miedo a relacionarme con los demás. Lo veía como un puto pozo sin fondo, del cual no creía que iba a salir. Y apareció ella, con su fuerza, su carisma, su simpatía, y me recogió de la mierda y me convirtió en todo lo que deseaba ser. En una persona fuerte, llena de vida y de mundos dispuestos a abrir y contar a los demás. Pero siempre hay un momento en que se cansa la gente de tirar de alguien. Y fue en ese momento en el que me di cuenta. Yo era su lastre. Y cuando de verdad quieres a alguien, te das cuenta de esas cosas, de que a veces es mejor salir de la vida de ese alguien porque sabes que va a ser mejor para ese alguien, porque sabes que esa decisión mejorará la vida de lo que quieres.

Y eso es lo que hice. Y su vida mejoró. Ahora tiene la vida que siempre deseó. Y eso, amigos/as míos/as, es el verdadero querer. Si tú no te das cuenta de eso, es que no sabes querer.

(Y si, le seguía gustando el Capuccino).

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